Formación de la conciencia: el bien y el mal (entre los 8 y los 12 años) - Doctor Sonrisal - Red Latinoamericana Saludable


 Formación de la conciencia

El bien y el mal: despierta la inteligencia moral
Con el despertar de la razón, nace también la conciencia moral. Entre los 8 y 12 años los hijos son especialmente sensibles para asimilar personalmente los criterios morales y para descubrir qué es lo bueno y qué es lo malo, y actuar en consecuencia.

     Para los niños el bien y el mal es lo que sus padres llaman así. Sin embargo, en la adolescencia los padres dejan de ser el único referente moral de sus hijos y si éstos no saben por qué los actos son buenos o malos, pueden desorientarse. Por eso es que entre los 8 y 12 años es una edad clave para ayudar a que cada hijo asuma personalmente los criterios morales que entregamos los padres. 
     Ésta es una etapa aparentemente fácil en cuanto a la educación moral, pues los niños pequeños tienden a portarse como se espera de ellos, a obedecer reglas porque sí, a no cuestionar lo que los mayores señalan como lo bueno y lo malo.  Sin embargo, aprovechando la autoridad moral de los padres es que hay que desarrollar en ellos una “inteligencia moral” con la cual hagan propios los criterios enseñados.

El despertar de la conciencia
     Al llegar a los ocho o nueve años, se produce un gran desarrollo en el sentido moral de los niños. Esto se debe, en primer lugar, al desarrollo de su inteligencia y a su creciente poder de interiorización, es decir, de asimilación de lo que ven y de lo que se les dice. Además, a esta edad crece su participación en nuevos escenarios y papeles: van al colegio y a actividades extraescolar, entrando en contacto con otros chicos que tienen unos referentes diferentes a los suyos; son más independientes y autónomos. Empiezan entonces a sopesar y analizar los motivos y las consecuencias de sus acciones y sus conciencias se tornan más coherentes. Finalmente, a esta edad los niños desarrollan la capacidad de considerar varias alternativas para resolver un problema y pueden mirar las cosas desde el punto de vista del compañero o del amigo.
     Considerando su etapa de desarrollo y sus nuevas habilidades y capacidades, podemos educar la formación de su conciencia moral en diferentes aspectos.

Las reglas
     A esta edad, a los niños les gustan mucho las reglas y normas, pues notan que son necesarias y que hay que vivir conforme a ellas. Incluso las aplican con gran rigor en sus juegos. Para potenciar esto, debemos en primer lugar esforzarnos por cumplir nosotros también las reglas de la casa y las normas cívicas. El ejemplo es gran formador de la conciencia: si hay que hablar poco tiempo por teléfono por si alguien trata de llamar, ¿por qué la mamá habla tanto tiempo? Si en la casa hay que cuidar las cosas ¿por qué papá pone los zapatos sucios sobre la silla o mesa? ¿Qué ven los hijos cuando mamá o papá estaciona el coche en un lugar exclusivo para inválidos u otra acción que el niño considera mala?
     Además del ejemplo, hay que explicar algunas de las reglas que tiene la familia, tanto las de convivencia -como puntualidad a la hora de comer- como las morales -en casa no se habla mal de nadie, por ejemplo-. De esta forma el hijo las entenderá y, por tanto, se sentirá obligado a vivirlas.
     No hay que olvidar que los pequeños retos apasionan a los hijos de esta edad: ellos quieren actuar bien. Con un poco de motivación, podemos aprovechar esa característica para que adquieran buenos hábitos, como ponerse a estudiar a la hora, decir siempre la verdad, ordenar sus cosas, ser respetuoso.
     Cuando en la casa la disciplina y exigencia van acompañadas del ejemplo y el cariño, los hijos asimilan personalmente los criterios familiares y las enseñanzas morales. Si por el contrario abundan las amenazas, se exige una obediencia a ciegas o se nota una incoherencia entre lo que se hace y lo que se exige, al llegar la adolescencia esas normas y reglas serán puestas en tela de juicio.

 Josefina Lecaros

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