El don de la perseverancia, tenacidad y esmero - Doctor Sonrisal


Muchos logran el éxito en su vida estudiantil, laboral, económica y sen­timental por el don de la perseverancia. Mientras que la gran mayoría se rinde ante los primeros obstáculos que presenta el camino, otros, con te­nacidad y esmero, se esfuerzan para transitarlo con el único propósito de llegar a la meta. Es verdad que el talento personal para realizar una determi­nada tarea es un complemento importante para el éxito, pero éste sin perse­verancia solo demuestra mediocridad.
Un ejemplo de perseverancia fue el tenista Pete Sampras. Para el año 2002 había alcanzado un record mundial: catorce títulos en torneos de Grand Slam. No es fácil llegar a la cima del mundo en cualquier disciplina deportiva, y mantenerse. Muchos, al llegar a lo más alto, pierden la motiva­ción y no ven nuevos desafíos en su carrera. Sin embargo, este jugador de tenis, después de ganar su primer torneo, trabajó, luchó y se superó hasta demostrar que es posible permanecer durante años como el número uno.
Es normal que alguna mañana nos levantemos sin ánimo de estudiar o trabajar. ¿Quién no ha sentido depresión alguna vez? Pero más allá de estas emociones, el deseo de superación y de alcanzar una meta tiene que ser la prioridad para materializar el éxito.
Más allá de las metas académicas, laborales, financieras y sentimentales, el don de la perseverancia también es necesario en la vida espiritual. Con tenacidad tenemos que enfrentarnos cada día con las tentaciones que el ene­migo de Dios pone en nuestro camino; con paciencia debemos humillarnos ante el Creador y solicitar su perdón por las caídas y su fuerza para conti­nuar; con perseverancia debemos proseguir.
¿Cómo te sientes en tu carrera espiritual hoy? ¿Estás cansado de luchar y perseverar en el camino cristiano? ¿Te encuentras abatido porque las malas palabras, el rencor o el egoísmo parecen dominarte por completo? ¡No te desanimes! Recurre al Dios del cielo para obtener el don de la perseverancia, y el Espíritu Santo te dará la tenacidad suficiente, no solo para vencer el pe­cado sino también para alcanzar la vida eterna.
El gran artista Miguel Angel tardó mucho tiempo en dar los últimos toques a una de sus obras más famosas. Cierto amigo que lo visitaba casi todos los días le preguntaba siempre:
—¿Qué has hecho hoy?
A lo cual el maestro contestaba:
—Hoy he perfeccionado ese detalle en la mano, he mejorado la sombra en aquella arruga, he arreglado la luz en aquella parte del vestido, etcétera.
—Pero esas son bagatelas, dijo un día el visitante.
—Ciertamente, contestó Miguel Angel; pero la perfección se hace de bagatelas; y la perfección no es una bagatela.
La vida del cristiano está hecha de pequeños detalles, las pequeñas cosas de cada día. No hay cosa tan pequeña que no merezca nuestra atención. Puede parecer una bagatela, pero no olvidemos que de esas bagatelas está hecha la vida, y la vida no es una bagatela.

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